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lunes, 26 de julio de 2010

La Grasa Maléfica: formas de combatirla

Así como a la grasa abdominal se la quema manteniendo la boca cerrada -para evitar la ingestión masiva de alimentos-, a “La Grasa Maléfica” se la vence con el silencio.

La sociedad cuenta y contará con un millar de Grasas Maléficas que intentarán agredirnos. Ninguno de nosotros habrá llegado a los 80 años sin haberse cruzado, alguna vez, con algún pariente del archi-enemigo de este blog.

Pero que no cunda el pánico: nuestra arma es el silencio, sólo hay que saber utilizarlo.

Una discusión necesita de mínimamente 2 partes que estén enfrentadas entre sí con respecto a una temática de cualquier índole. A su vez, la discusión abarca, en su desarrollo, 3 etapas:

  1. Etapa constructiva: aquí la discusión es necesaria, ya que nos permite poner en común nuestros desacuerdos con la parte contraria y viceversa. Una discusión bien llevada a cabo puede concluír en esta fase, pero no con “La Grasa Maléfica” como parte interviniente, ella siempre aspira a más.
  2. Etapa destructiva: es una corrupción de la primera fase. Aquí la discusión se torna enfrentamiento, tienen lugar los insultos y las agresiones. “La Grasa Maléfica” es muy hábil en este contexto.
  3. Etapa determinante: consiste en la consecuencia final de la etapa destructiva. Sea cual sea el resultado, “La Grasa” siempre resultará vencedora: ella se alimenta del mal, de las crisis, de todas aquellas situaciones que puedan demostrarle que su accionar maléfico está dando frutos, que no pasa desapercibido. Si llegamos a esta etapa se lo habremos confirmado.


Lo ideal, queridos amigos, es utilizar el silencio cuando se está por pasar al nivel 2 de la discusión, la etapa constructiva. Si se logra “cerrarle el toor” a La Grasa en este momento, nuestro triunfo será concreto.

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La Grasa Maléfica (el archi-enemigo del blog)

No es un pájaro, no es un avión. Es un gordo que huele a frijoles cocidos. Es “La Grasa Maléfica”.

Nació en una fábrica de embutidos en Wisconsin. Dicen que quien le dio origen fue un embutidor neonazi que inyectó una determinada “sustancia F” en una morcilla vencida, con el fin de crear un arma mortal con la que asesinar a su compañero judío. Sin embargo, ante el asombro de Pepperoni (así se llamaba el neonazi), la morcilla cobró vida y fue desarrollando rápidamente extremidades que fueron distinguiéndose como piernas y brazos (la cabeza creció como parte del tórax ya que carecía de cuello, y su falta de genitales sería en gran parte el disparador de sus conductas maléficas).

Al poco tiempo, “La Grasa Maléfica” emigró a la Argentina escapando de la justicia “wisconsense”, que lo perseguía por sus varias conductas inapropiadas (demasiado bizarras para ser comentadas en este post).

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Bs As, 26 de Julio de 2010

Las señales de vida de “La Grasa Maléfica” habían desaparecido… hasta ahora. Pedro B. González, habitante de la Ciudad de Buenos Aires, nos sorprendió con su reciente declaración a la agencia de noticias DyN:

“La Grasa Maléfica está en mi casa. Al principio no lo habíamos notado, hasta que descubrimos una especie de quiste en el trasero de mi madre. Era él, se había adherido a las posaderas de mi progenitora a modo de forúnculo gigante. Jamás pudimos quitarlo”.

Pedro González comenta que ha aprendido a vivir con “La Grasa”, aunque ciertas veces la convivencia se torna insoportable: “es muy molesta, sólo abre la boca para emitir comentarios estúpidos y molestos, emite gases constantemente y tose expectorando grandes cantidades de líquido verdoso. Es realmente una porquería”.

Próximamente, en nuestra siguiente edición, le brindaremos más detalles sobre la existencia de “La Masa” y lo informaremos sobre cómo combatirla en caso de hallarla impregnada a su aceitoso trasero.

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